En mi casa las verdades a medias se castigaban más que las mentiras. Nuestros padres nos decían que una verdad a medias era peor, porque además de ser una mentira completa (proverbio judío según internet), indicaba una voluntad mayor de engaño, un engaño provocado por omisión.

Empiezo este post así porque es justo lo que pensé cuando leí en una publicación que respeto el siguiente titular: “The New Creator Playbook: Jumpstarting Communities Through Tokens

Web3 is inverting the online creation model”.

El artículo nos contaba una historia preciosa sobre Daniel Allan, un músico y productor de Louisville, Kentucky, que en 2021 financió su álbum Overstimulated tras vender tokens en Mirror y recaudar 50 ETH (unos 142.000 dólares en ese momento) de 87 patrocinadores. A cambio de su inversión, los titulares de los tokens obtuvieron una participación del 50% en los beneficios y una línea directa con el propio Daniel.

"Por primera vez, era dueño de toda la música que publicaba y la gente asignaba un valor real a mi arte", escribió Daniel en su página de Mirror.

Según el post, el modelo que propone la Web3 invierte el modelo de la Web2. Ahora Daniel, y otros creadores de contenido, no tendrán que empezar sus carreras regalando su contenido con la esperanza de conseguir construir una gran base de fans que más tarde pueda ser monetizada. Con el modelo de la Web3, los creadores empiezan directamente por lo bueno, pues ahora pueden monetizar con la creación de un token antes de publicar nada.

Y eso es mentira.

Conforme escribo ya no me parece ni medio verdad. Para poder hacer lo que hizo Daniel, además de calidad y agallas, necesitas tener una audiencia mínima que decida invertir en ti. Pueden ser tan mínimas como una abuela rica o 10.000 fans locos y orgullosos de conocer tu arte antes que nadie, pero esa audiencia debe de existir. Y si no me crees, pregunta a cualquiera que haya intentado sacar un proyecto adelante, cuánto cuesta encontrar 87 creyentes que te den 1.632,18 dólares por esperanza de que lo crees valga al menos el doble.

Antes de Internet, los creadores creaban sus contenidos y los ofrecían a sellos discográficos, editoriales de libros, estudios de televisión, etc. El creador renunciaba a una parte importante del control creativo y de los ingresos futuros a cambio de la financiación inicial y la distribución de su obra. ¿Lo hacía por amor a estas empresas? ¡No! Lo hacían porque estás empresas tenían a las audiencias, o los mecanismos para llegar estas.

Con el auge de las plataformas de contenidos generados por el usuario, Web2, surgió una nueva vía para el trabajo creativo. Los creadores podían llegar directamente al público. A medida que su audiencia crecía, se abrían varias vías de monetización, de las que se beneficiaban tanto la plataforma como el creador. ¿Crees que los creadores cedían su contenido por amor a Larry Page y compañía? ¡No! De nuevo, lo hacían porque estás plataformas tenían a las audiencias.

Estoy 100% de acuerdo que la Web3 introduce un nuevo cambio al modelo tradicional de creación de contenidos. Un cambio de paradigma que tendrá importantes repercusiones, sobre todo, en cuanto a la propiedad de las audiencias. No obstante, no podemos obviar que los creadores de contenidos necesitarán formas de generar esas audiencias cero que serán la semilla de sus futuros proyectos.

Seguro que aparecerán Cisnes Negros, y por qué no decirlo, alguna estafa, de creadores que conseguirán prevender sus creaciones sin mostrar nada antes. Igual hasta les hacen series en Netflix. Pero la mayoría de éxitos no sucederán así.

Para conseguir financiación deberás presentar un proyecto, una ruta, unas credenciales y una capacidad probada para llevar a cabo el plan. Igual que Colón hizo ante los Reyes Católicos, Gaudi ante el Conde Gëll o AirBnB ante Sequoia Capital. Lo demás son quimeras y fantasías dignas de series de ficción…